La mamoplastia abarca un conjunto de técnicas quirúrgicas destinadas a dar forma, remodelar, reconstruir y, en definitiva, modelar la mama de la paciente en cualquiera de sus modalidades: aumento, reducción, levantamiento y reconstrucción, siempre conservando su morfología natural. En el caso de la mamoplastia de aumento, se colocan implantes mamarios debajo del tejido mamario o de los músculos del tórax para incrementar el tamaño de los senos. En la mamoplastia de reducción, se elimina el exceso de grasa, tejido y piel de las mamas para disminuir su tamaño. Por último, en el caso de la mamoplastia reconstructiva, se utiliza el tejido del propio paciente para reposicionar y reconstruir el seno.

Este procedimiento puede ayudar a los pacientes a mejorar la apariencia de sus senos, ofreciendo una solución a largo plazo para la insatisfacción con su tamaño o forma. Además, puede aumentar la autoestima y la confianza de la paciente.

El tiempo de recuperación después de una mamoplastia puede variar, pero la paciente suele regresar a su vida cotidiana dentro de un par de semanas después del procedimiento. Generalmente, los pacientes pueden esperar ver resultados finales alrededor de 3 meses después de la intervención. Los riesgos asociados con la mamoplastia pueden incluir infección y cicatrices, aunque estos son poco frecuentes.